La propagación del etiquetado genera diversos problemas:
La lógica de los defensivos, es si todos los productos están etiquetados y siempre se han consumido con libertad, entonces es posible hacer caso omiso a la advertencia. Los negociadores en cambio, harán un proceso de selección a partir para dejar o disminuir el consumo de algunos sellos (dentro de sus posibilidades).
Seguramente, justo ese alto nivel de impacto en el mercado originado por lo masivo de la iniciativa minimiza su potencia persuasiva. Dicho de otra forma, hay tanto sello en el mercado que es casi como que no hubieran sellos. No terminan de discriminar para persuadir a los shoppers. Luego, el etiquetado en sí presenta varias áreas de oportunidad: no brindan información clara y asertiva, no presenta alternativas claras, puede generar confusión al presentarse por todos lados (¿cómo puede ser posible que todo esté mal?)
Ante la dificultad de analizar qué y por qué del sello en cada producto es más efectivo contarlos. Cuando el consumidor tiene la apertura y está en la disposición de hacer una compra más consciente, el resultado de la comparación cuantitativa de sellos entre un producto y otro puede llegar a ser un criterio de selección eficaz.
Hasta este Q1 2021, no vemos un impacto claro, significativo, de esta iniciativa en los patrones de compra de los mexicanos, ni en sus hábitos de compra ni el volumen de compra de las categorías desde que esta iniciativa de sellos de advertencia fue implementada. Los patrones de compra no cambian, desde Q4 2021 cuando la iniciativa es puesta en marcha oficialmente y vemos cambios má relacionados al confinamiento (desde Q2 2020) que asociados a esta iniciativa. En Chile, cuando se implementó esta iniciativa, generó impacto relevante en los volúmenes de compra de las categorías afectadas (Galletas, por ejemplo, cayó 12% en volumen en los primeros 3 meses). Este nivel de impacto aún no lo vemos en México.