En el momento en que como marca nos permitimos esto, es cuando se desbloquea un universo de conversaciones posibles, desde donde emerge y se hace vigente el propósito marcario de forma natural, abriendo sus espacios más íntimos al público, sincerando su forma de ser y de actuar, transparentando lo que somos y lo que podemos ofrecer a nuestras audiencias.
Son esos detalles propios de las marcas los que nos hace únicos y se erigen como la oportunidad de desarrollar historias memorables que sean capaces de alegrar el corazón de quien las vea, aprovechando la fuerza que tienen las emociones, ya sea buscando una sonrisa cómplice o una ansiada carcajada.
La gente busca entretenerse y si bien siempre querremos comunicar un mensaje, podemos hacerlo de forma diferente, divertida, quizás incluso algo arriesgada, aprovechando el humor y situaciones cotidianas que permitan a la gente reconocerse en ese momento de alegría, para así terminar generando una instancia de conexión genuina.